ERANDIO - Le gusta pasear por el barrio que le vio nacer hace ya 84 años. Hace los recados cada mañana.
Después de comer toca cabezadita. Y cuando juega el Athletic, por supuesto, baja al bar y se sienta estratégicamente en esa mesa desde la que ve perfectamente la gran pantalla de televisión. Fue futbolista. Sabe de estas cosas. Y se le encienden los ojos pequeños y claros cuando habla del club rojiblanco, de los leones, de ese deporte, el balompié, que él jugó llegando a rozar la Primera División. Félix García Unanue hoy está jubilado. Pero durante 40 años fue taxista en Astrabudua. Su barrio. Desde el volante de su coche este erandiotarra ha sido testigo del devenir de la localidad y atesora un anecdotario que daría para charlar, charlar y charlar durante horas delante de un café y para llenar muchas, muchísimas páginas.
Félix cogió las riendas del taxi cuando tenía 28 años y se jubiló a los 68, pasándole el testigo a su hijo Javi, que hoy es taxista en Erandio. Mucho ha cambiado la profesión y la forma de trabajar al volante. Y mucho ha cambiado Astrabudua. Félix ha sido testigo de primera fila de todo ese proceso.
“Yo era futbolista”. Con esas palabras comienza a narrar Félix la historia de su vida. Y vaya que si lo era. Este erandiotarra jugó en el Txorierri, en el Ibarra, en el Juventus de Bilbao, en el Garellano, e incluso lució la camiseta del Torrelavega. “Tuve ocasiones para jugar en Primera División”, asegura. Pero una lesión y su voluntad de ayudar a su madre en el bar familiar, hicieron que finalmente se decantara por colgar las botas. Así pues, compró el taxi y compaginó su labor como conductor con las tareas en el bar La aceituna que su ama regentaba en Astrabudua. “En aquel entonces no había paradas de taxi. La parada era tu casa, y un bar era un buen sitio desde el que trabajar con el coche”, explica. Eran los tiempos en los que Erandio todavía pertenecía a Bilbao, en el que Astrabudua se sumergía en el ritmo que le marcaban las empresas que se asentaban en esta zona besada por la ría. “Le ayudaba a mi madre a dar comidas a la gente de los talleres de Astrabudua y de Axpe”, narra. “Por aquel entonces la gente no tenía coche”, explica. Así que, a Félix le tocaba ponerse al volante, por ejemplo, los fines de semana para llevar a Erandiogoikoa a grupos de chicas que salían a dar una vuelta por el Bilbao de aquellos tiempos. “Iba caserío por caserío dejándolas en casa”, explica. “Entonces estábamos solo tres taxistas en Erandio: Txomin y Mendieta en Desierto, y yo en Astrabudua”, destaca. “Luego, con el tiempo, llegaron más taxis al barrio”, añade.
DAR A LUZ EN EL TAXI Félix trabajó mucho con empresas relevantes que se asentaron en la localidad. Atesora un sin fín de anécdotas. Pero si le pides que destaque alguna, se queda con aquel día en el que le llamaron para llevar a la clínica a una chica que iba a dar a luz. “Se metió al taxi y me dijo que acababa de romper aguas. ¡Y de repende oí el llanto del niño!”, explica Félix.
Pusieron rumbo a la clínica y a medio camino la chica le dijo que el bebé no respiraba. “Mi madre había hecho de partera en varias ocasiones en Astrabudua y yo le había visto trabajar. Así que le dije que le diera al niño unos azotes. Lo hizo y el pequeño empezó a llorar”, narra con los ojos muy abiertos. Ataron el cordón umbilical con una cinta del camisón y llegaron sanos y salvos a la clínica 18 de julio, en Deusto.
Son historias de una vida en Astrabu. Historias de un barrio vistas desde el volante de un taxi, a pie de pueblo. Y ahí sigue Félix, en su barrio, siempre tocado con su txapela y observando el devenir de Erandio con sus ojos azules y vivarachos.